
Título: We are just okay
Coreografía: Adrián Vega
Intérpretes: Adrián Vega y Marina Pravkina
El Centro de Cultura Contemporánea Condeduque de Madrid nos espera en una noche cuyas tibias temperaturas casi decepcionan al cuerpo, ya que las previsiones alertaban de frío polar para estos días. Es sábado 11 de diciembre, y durante la final del Certamen Coreográfico de Madrid se respira un aire febril. El mundo de la danza, madrileña y no, española y no, participa en el evento expectante: seis de los doce creadores y creadoras seleccionados bailan y se contienden premios nacionales e internacionales entre residencias, invitaciones a grandes festivales y premios monetarios.
Finalmente, el Premio Movimiento en Red y el del Operaestate Festival de Italia recayeron en We are just okay, la propuesta del co-fundador de la compañía catalana Iron Skulls Adrián Vega. Conocida por su experimentación dentro del lenguaje urbano , la influencia de dicha compañía se puede intuir sutilmente en esta creación en solitario.
En We are just okay apreciamos una muy buena complicidad entre los dos intérpretes (el mismo Vega y la bailarina Marina Pravkina) que entran a escena vestidos de gris, camisetas y pantalones de una famosa marca deportiva, americanas (ambas de corte masculino) , zapatos de flamenco y rodilleras negras. Parecen una sola figura desdoblada en dos. Plantados en el proscenio, mientras el sonido paseante de sus tacones todavía resuena en la caja escénica, se miran entre ellos y al público durante unos segundos. En silencio, inamovibles, desafiantes.
Lo que sigue es un vaivén de motivos, rítmicos y de movimiento, que buscan alcanzar para los cuerpos una cierta calidad performativa, extenuante e incansable por igual. Un juego a base de pasos, pisadas y caídas; una investigación en base a la repetición de un mismo patrón colocado en múltiples posibilidades, más espaciales que cualitativas: variaciones con un número de compases cerrado que comparten una misma dinámica de desarrollo.
Pienso, por ejemplo, en las caídas voluntarias que se repiten poco después de empezar, o en cómo los intérpretes se pasean por el escenario para recolocarse espacialmente entre variaciones. O, todavía, en la secuencia de volteretas en línea recta con las que retroceden una y otra vez hacia el fondo, dejando caer sus pies sonoramente al suelo – como si fueran dos cuerpos cayendo impetuosamente por una cascada vistos en rewind.
Pienso también en la fisicalidad, explosiva y dura – un pelín violenta sobre los cuerpos, incluso. Vega nos deja descansar solo en una de las variaciones, donde los cuerpos se encogen sobre sí mismos y se vuelven silenciosos y pacatos, aunque siga sonando tímidamente el ritmo de sus zapatos sobre el suelo.
Su estar es duro, y mantiene el silencio en tensión antes de atacar duramente, una y otra vez. Ataque al movimiento, al ritmo, al silencio, al cuerpo, al palo flamenco, que por un momento se hace reconocible en una pequeña secuencia marcada por el pie derecho mientras el cuerpo entero se mantiene pivotando sobre el izquierdo.
Repeticiones. Cambio de lugar, silencio, mirada al frente, y vuelta a empezar. De este modo, las acciones de Vega y Pravkina se convierten en un bucle, un rítmico déjà vu en el que el cansancio físico poco a poco se hace visible. Un estado de agotamiento que, quizás, se hubiera podido llevar a un estadio superior.
Hablando de déjà vu, y para terminar. Esa misma noche, aproximadamente una hora más tarde, volvimos a ver a Pravkina pisar el escenario con otro dueto: Re.titled, donde aparece acreditada como co-coreógrafa junto a Alesya Dobish. Misma intérprete y juegos rítmicos similares hicieron que nuestro ojo se preguntara, otra vez: ¿es esto, quizá, un déjà vu?
Las dos piezas comparten orientación espacial, juegos de ritmo y de silencios, uso de zapatos (unos flamencos, unos de deporte) y percusión de pies contra el suelo. Variaciones espaciales circulares y lineales, y un todo que es fruto de lo que denota ser, en ambos casos, una investigación física comprometida y sólida. Re.Titled y We are just okay parecen casi piezas mellizas divididas al nacer que, de volver a encontrarse, podrían incluso alimentarse de sentido.