Estudios científicos aseguran que es durante el sueño nocturno cuando las ideas se procesan y el cerebro asimila la información absorbida durante el día. Dicen que sólo al alejarnos y tomar perspectiva es cuando podemos comprender lo que nos confunde y que la Tierra vista desde la Luna relativiza la importancia de los problemas cotidianos hasta volverlos insignificantes. La coreografía ganadora del premio de la crítica en el
33º Certamen Coreográfico de Madrid y del premio UC3M precisa ser reposada: ha de verse y escucharse incluso en sus espacios sin música ni movimiento para, a continuación, dejar que se completen con tranquilidad dentro de una. Sólo así llega adonde debe. Sólo así se comunica en la
misma medida que lo hace el lenguaje humano.
Dos extraños en esa noche que a veces es la oscuridad del escenario (no en vano, arropados durante unos minutos por la voz de Frank Sinatra) se encuentran, se reconocen y se acercan para intercambiar sus cuerpos por medio de los sentidos. Isabela Rossi y Fran Martínez pasan del desconocimiento al éxtasis con el olfato, el gusto, el tacto y la vista y es esa brutal confluencia de las energías de ambos la que impacta y confunde al público. Los gemidos de los dos bailarines los convierten en animales, sus instintos rozan el suelo y, al deslizarse entre sí, ambos cuerpos cuentan
al espectador una historia.
Esa historia no se comprende hasta que no ha pasado cierto tiempo desde el primer encuentro, mucho después de que Frank Sinatra calle y los deje a ambos exhaustos y jadeando recién apagadas las luces. Así, el mensaje se completa y la lengua cumple su función. En 1995, Jiri Kylian traía a una pareja de bailarinas que, con la fluidez de las plantas acuáticas, se comunicaban sin tocarse; Bella Figura apelaba a la belleza pura de la