
Título de la pieza: Somos.
Coreógrafas e intérpretes: Carla Cervantes y Sandra Egido.
NARANJA ABRAZO
SOMOS es naranja, cálida y suave, toda ella entrelazo y repliegue. Asentada en
el centro de una moqueta circular de color melocotón, es una danza de dos cuerpos que
parecieran uno, donde todos sus elementos se disponen para evocar la calidez de ese
vínculo. Se trata de una coreografía creada, dirigida e interpretada por Carla Cervantes y
Sandra Egido (Compañía lookathingsdifferent), que ha participado en el 36º Certamen
Coreográfico de Madrid, celebrado en el Teatro Conde Duque del 7 al 11 de diciembre
de 2022, quedando entre las finalistas y recibiendo la mención del Jurado Joven.
En esta danza, principalmente de suelo, ese cuerpo que en realidad son dos se
organiza como un racimo de extremidades que se enlazan y desenlazan impulsadas por
una energía centrípeta. Los cuatro brazos, cuatro piernas y dos torsos con sus cabezas se
presentan vinculados por la pelvis, convertida en punto de contacto y centro de
gravedad. La acción se desarrolla en el medio de la moqueta circular, quedando siempre
recogida dentro de sus límites sin espacio para desplazarse, pues el radio de esa
circunferencia apenas sobrepasa la longitud de aquel cuerpo simbiótico. Esta
configuración espacial refuerza la idea de unidad del vínculo corporal.
El vestuario y la escenografía ahondan también en esa idea de fusión. Fíjate:
ambos comparten el mismo color naranja, un color que se origina precisamente de la
mezcla de dos colores primarios cálidos, el amarillo, el rojo. La escenografía consiste
únicamente en la moqueta, iluminada por un foco cenital que difumina sus bordes y deja
en oscuridad el resto de la escena. El vestuario consiste en pantalones rectos, no
ajustados, de textura parecida a la piel del melocotón, cuya opacidad contrasta con la
malla que llevan pegada al torso, en la que un degradado del tono naranja hace visibles
los pezones. Las cualidades cromáticas y táctiles de estos elementos, y los movimientos
de los cuerpos que insisten en el roce y la caricia, profundizan en la calidez que
transmite la obra.
Al contemplar esta danza monocromática, centralizada y enmarcada, la
sensación visual es de encontrarnos ante un primerísimo plano, lo cual crea cierta
intimidad, por la cercanía. En este sentido resulta reseñable que en los créditos de esta
obra escénica figure Martina Matencio como responsable de fotografía, pues se trata de
una figura más propia de la producción audiovisual. La manera de mirar que propone
esta danza guarda relación con ello: parece solicitar que volquemos toda nuestra
atención en algo pequeño -un abrazo hecho de entrelazos y repliegues- que se nos
muestra agrandado. Me recuerda inevitablemente, por su carnalidad, su carácter
centralizado y su encuadre, a las flores pintadas por Georgia O’Keeffe, donde una sola
corola vista muy de cerca ocupa todo un lienzo.
La música, profundamente emotiva, se suma al conjunto. Se establecen
correspondencias claras entre sonoridad y tipo de movimiento, el cual sigue con
precisión ilustrativa el ritmo y la melodía en su desarrollo lineal y progresivo. En
concreto han sido elegidas dos melódicas composiciones para piano de Nico Casal, las
tituladas It’s Fine But it Hurts y Ellie, separadas por otra composición intermedia más
rítmica, donde priman sonidos de cuerda y ruidos semejantes a los que hacen, por
ejemplo, las sillas de madera muy usadas cuyo entramado anda algo suelto y se roza,
baila.
Las tres piezas musicales enmarcan tres partes en el desarrollo de la danza,
acompañadas por cambios en la iluminación: si en la primera y tercera parte el foco
cenital ilumina el naranja con claridad, en la segunda se oscurece y se introduce luz azul lateral, generando un contraste cromático similar al de una llama. En términos
coreográficos las tres partes también se diferencian: la primera instala la confusión
corporal mediante el entrelazo caótico de extremidades y también mediante su abrazo
simétrico. Una vez establecida esa imagen, la segunda parte profundiza en ella desde el
abrazo, con los dos torsos explorando la posibilidad de funcionar como balancín. En la
última, los cuerpos se separan algo más, lo que les permite explorar la verticalidad,
manteniendo en todo momento el vínculo entre sí y el apego hacia el suelo.
La manera en que esos cuerpos se vinculan a través del movimiento es muy
simétrica, no se da una relación de poder de uno de los cuerpos sobre el otro, no puede
darse si no existe diferencia. No en vano, el título escogido para esta obra es un
palíndromo y un verbo copulativo, presente y plural, pero sin sujeto ni objeto atributivo,
y por tanto sin marcadores de género. SOMOS no pone el acento en lo que esos cuerpos
son, sino en la calidez de su vínculo simétrico, haciéndolo de una forma tan coherente y
visualmente atractiva, que cautiva de manera inmediata.
Que maravilla de cronica !!!!